martes, 15 de mayo de 2012

¡Eso sí el día que me de un patatus no vaya donde los vecinos!

Vivimos solos desde que nos mudamos juntos. Nos levantamos damos los buenos días a la masa que ante nosotros se presenta...y seguimos. Los momentos en los que interactuamos son de discusión. Las palabras de afecto se volvieron leyenda, junto con los actos, ahora solo pertenecen a nuestro imaginario...a lo que debería ser, al como deberíamos ser.

Nuestro problema, bueno el mío, fue creer en la justicia de las cosas: todo se da en una medida justa, cuando se merece, a quien lo merece. Jamás se contemplaron las fugaz.

-¡Estás sola!
Me repetía como una especie de mantra. Y así es desde mis casi 22 años y será. Fue así como descubrí que soledad era hermafrodita y tremendamente promiscua.

Ella, como el resto de los mortales, prefiere vivir mentiras. La verdad, esa con la que te encaran, no la soporta. Adora que la gente finja afecto y respeto, que los vecinos se muestren agradables y conversones (pero solo en las medidas por ella deseadas)

Ay! yo he visto tanta soledad en esas vidas, tanto dolor...que el tiempo sobre ellos parece eterno...

Ya somos zombies, es un punto a mi favor para no creer en la reencarnación.

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